Ejercicios para aprender a utilizar el punto y coma (;)

punto y coma
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A los textos de diversos autores que figuran abajo se les ha suprimido todos los puntos y comas (;) que originalmente tenían.

Lee los siguientes fragmentos de obras y coloca el punto y coma en donde corresponda.

Si tienes dudas sobre cómo resolver este ejercicio, puedes leer el artículo sobre el punto y coma y enterarte de las reglas para su correcto uso.

Cuando termines, desplazarse hacia abajo para verificar tus respuestas con los textos correctamente redactados.

Coloca el punto y coma (;) en donde corresponda

Texto N°1:

El niño, que detesta la escuela el joven, que maldice los estudios graves el Gobierno, que los proscribe de sus cátedras y hasta los persigue en ocasiones el profesor, que repite año tras año la misma cantilena, suspirando con el alumno por la hora dichosa de las vacaciones que ha de emanciparlos a entrambos, son, después de la atonía del espíritu nacional, el más elocuente testimonio contra un orden de cosas que sólo por excepción deja de inspirar tedio. Con ser tan miserables los recursos materiales consagrados a su subsistencia, quizá todavía exceden al beneficio que produce.

Extraído de "Instrucción y educación", de Francisco Giner de los Ríos, 1879.

Texto N°2:

Tengo un sobrino, y vamos adelante, que esto nada tiene de particular. Este tal sobrino es un mancebo que ha recibido una educación de las más escogidas que en este nuestro siglo se suelen dar es decir esto que sabe leer, aunque no en todos los libros, y escribir, si bien no cosas dignas de ser leídas contar no es cosa mayor, porque descuida el cuento de sus cuentas en sus acreedores, que mejor que él se las saben llevar baila como discípulo de Veluci canta lo que basta para hacerse de rogar y no estar nunca en voz monta a caballo como un centauro, y da gozo ver con qué soltura y desembarazo atropella por esas calles de Madrid a sus amigos y conocidos de ciencias y artes ignora lo suficiente para poder hablar de todo con maestría.

Extraído de "Empeños y desempeños (artículo parecido a otros)", de Mariano José de Larra.

Texto N°3:

No era un hombre perverso, no era capaz de maldad declarada, ni de bien era un compuesto insípido de debilidad y disipación, corrompido más por contacto que por malicia propia uno de tantos un individuo que difícilmente podría diferenciarse de otro de su misma jerarquía, porque la falta de caracteres, salvas notabilísimas excepciones, ha hecho de ciertas clases altas, como de las bajas, una colectividad que no podrá calificarse bien hasta que los progresos del neologismo no permitan decir las masas aristocráticas.

Extraído de "La familia de León Roch", de Benito Pérez Galdós. WIkisource.

Texto N°4:

El rico tenía más pellas que un cebón, por lo que la gente del barrio le llamaba D. Juan Botija: hablaba recio, como la campana gorda [14] de la iglesia pisaba fuerte, como el que pisa en lo suyo rara vez se descubría, y, sin embargo, todos los sombreros se inclinaban a su paso fumaba puros, y vivía en una casa propia, con cancela y fuente en el patio.]

Extraído de "Cuentos para niños", de Luis Coloma. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Texto N°5:

Si, confiado en la superioridad de su genio, no supo unir la adulación a las dotes de su talento si, mirando desdeñosamente los intereses materiales, no acertó a mendigar un favor del poderoso favor menguado, que apartándole de sus nobles ocupaciones, le convierte en lisonjeador de oficio o en mecánico oficinista, todo su saber, por grande que sea, bastará tal vez a conquistarle un lugar distinguido en las crónicas literarias acaso la posteridad encomiará su genio, acaso levantará estatuas a su memoria pero en tanto su vida se consumirá angustiosa en medio de tristes privaciones y aquel hondo despecho que produce en el alma un desdén injusto, abreviará sus días, y muy luego le conducirá al ignorado sepulcro, que en vano buscarán sus futuros admiradores.

Extraído de "Costumbres literarias", 1837, de Ramón de Mesonero Romanos.

Texto N°6:

Salieron de la habitación de la vieja bajaron la escalera y al llegar a la calle se encontraron con mucha gente atraída por el alboroto. Echaron a andar, el municipal y Luisito delante y detrás muchos hombres, mujeres y niños, cuyo número iba a cada paso en aumento. Llegaron a la casa y Luisito entró cabizbajo y cuando estuvo en presencia de su madre, que se hallaba muy inquieta, echose a sus pies y llorando le pidió perdón.

Extraído de “Cuentos del hogar”, de Teodoro Baró. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

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Texto N°1:

El niño, que detesta la escuela; el joven, que maldice los estudios graves; el Gobierno, que los proscribe de sus cátedras y hasta los persigue en ocasiones; el profesor, que repite año tras año la misma cantilena, suspirando con el alumno por la hora dichosa de las vacaciones que ha de emanciparlos a entrambos, son, después de la atonía del espíritu nacional, el más elocuente testimonio contra un orden de cosas que sólo por excepción deja de inspirar tedio. Con ser tan miserables los recursos materiales consagrados a su subsistencia, quizá todavía exceden al beneficio que produce.

Extraído de "Instrucción y educación", de Francisco Giner de los Ríos, 1879.

Texto N°2:

Tengo un sobrino, y vamos adelante, que esto nada tiene de particular. Este tal sobrino es un mancebo que ha recibido una educación de las más escogidas que en este nuestro siglo se suelen dar; es decir esto que sabe leer, aunque no en todos los libros, y escribir, si bien no cosas dignas de ser leídas; contar no es cosa mayor, porque descuida el cuento de sus cuentas en sus acreedores, que mejor que él se las saben llevar; baila como discípulo de Veluci; canta lo que basta para hacerse de rogar y no estar nunca en voz; monta a caballo como un centauro, y da gozo ver con qué soltura y desembarazo atropella por esas calles de Madrid a sus amigos y conocidos; de ciencias y artes ignora lo suficiente para poder hablar de todo con maestría.

Extraído de "Empeños y desempeños (artículo parecido a otros)", de Mariano José de Larra.

Texto N°3:

No era un hombre perverso, no era capaz de maldad declarada, ni de bien; era un compuesto insípido de debilidad y disipación, corrompido más por contacto que por malicia propia; uno de tantos; un individuo que difícilmente podría diferenciarse de otro de su misma jerarquía, porque la falta de caracteres, salvas notabilísimas excepciones, ha hecho de ciertas clases altas, como de las bajas, una colectividad que no podrá calificarse bien hasta que los progresos del neologismo no permitan decir las masas aristocráticas.

Extraído de "La familia de León Roch", de Benito Pérez Galdós. WIkisource.

Texto N°4:

El rico tenía más pellas que un cebón, por lo que la gente del barrio le llamaba D. Juan Botija: hablaba recio, como la campana gorda [14] de la iglesia; pisaba fuerte, como el que pisa en lo suyo; rara vez se descubría, y, sin embargo, todos los sombreros se inclinaban a su paso; fumaba puros, y vivía en una casa propia, con cancela y fuente en el patio.

Extraído de "Cuentos para niños", de Luis Coloma. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Texto N°5:

Si, confiado en la superioridad de su genio, no supo unir la adulación a las dotes de su talento; si, mirando desdeñosamente los intereses materiales, no acertó a mendigar un favor del poderoso; favor menguado, que apartándole de sus nobles ocupaciones, le convierte en lisonjeador de oficio o en mecánico oficinista, todo su saber, por grande que sea, bastará tal vez a conquistarle un lugar distinguido en las crónicas literarias; acaso la posteridad encomiará su genio, acaso levantará estatuas a su memoria; pero en tanto su vida se consumirá angustiosa en medio de tristes privaciones; y aquel hondo despecho que produce en el alma un desdén injusto, abreviará sus días, y muy luego le conducirá al ignorado sepulcro, que en vano buscarán sus futuros admiradores.

Extraído de "Costumbres literarias", 1837, de Ramón de Mesonero Romanos.

Texto N°6:

Salieron de la habitación de la vieja; bajaron la escalera y al llegar a la calle se encontraron con mucha gente atraída por el alboroto. Echaron a andar, el municipal y Luisito delante y detrás muchos hombres, mujeres y niños, cuyo número iba a cada paso en aumento. Llegaron a la casa y Luisito entró cabizbajo; y cuando estuvo en presencia de su madre, que se hallaba muy inquieta, echose a sus pies y llorando le pidió perdón.

Extraído de “Cuentos del hogar”, de Teodoro Baró. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.