La redacción en tercera persona

Chicas nadando
En la oración Ellas nadaron en la bahía el pronombre Ellas es un ejemplo de la tercera persona gramatical.  Westend61 / Getty Images

La redacción en tercera persona es aquella en la que la acción del enunciado es realizada por alguien diferente a quien la escribe o verbaliza. Quiere decir esto que el narrador no está involucrado en los hechos que describe.

En la narración literaria el uso de la tercera persona es muy importante porque da a lugar a dos tipos de narradores:

  • Narrador omnisciente: el que lo ve y lo sabe todo; las acciones, los sentimientos y los pensamientos de todos los involucrados en la acción.
  • Narrador observador: el que solo describe lo que puede ver. 

En la redacción periodística la tercera persona provee la imparcialidad y la objetividad que una noticia debe tener cuando llega al lector. Los textos académicos también usan estar forma, sobretodo con los pronombres personales que no son de primera persona o con redacciones que no se remiten a la primera persona del autor/escritor del tipo "el objeto de la presente investigación" o "por medio de estos datos se pretende" o similares enunciados que distancien al autor/escritor del texto. 

Para el uso correcto de la redacción en tercera persona hay que repasar el uso correcto de los pronombres personales y recordar que los pronombre de tercera persona son él/ella para singular y ellos/ellas para el plural.

A continuación se presentan ejemplos del uso de la tercera persona en enunciados sencillos: 

  • Ella estudia sola todas las noches; se le ve bajar a la cocina a tomar un té a eso de la medianoche. Luego regresa a su habitación y sigue con la lectura hasta entrada la madrugada.
  • El cantante actuará esta noche por última vez, ya estuvo en este mismo escenario el año pasado y no se cree vaya a volver a pisar esta arena.
  • Los niños se reunieron alrededor de la mesa. Hambrientos y llenos de polvo en la cara corrieron al baño a lavarse y regresaron inmediatamente a reclamar la tajada de pastel que se les había prometido. 
  • Ellas nadaron en la bahía hasta muy tarde y luego regresaron a la playa a comer algo, aún en sus trajes de baño. 

Aquí unos ejemplos del uso de la tercera persona en la literatura: 

De "Cuentos de Navidad" por Emilia Pardo Bazán 

"Érase un niño enfermizo. Su madre, opulentísima señora, andaba loca con el afán de darle salud, y el médico, fijándose en la índole del padecimiento del niño, decía que, principalmente, dimanaba de una especie de atonía o insensibilidad, efecto de que su sistema nervioso se encontraba como amodorrado o dormido, y no comunicaba al organismo las reacciones vitales y al espíritu la fuerza necesaria. Es decir, que Fernandito, que así le llamaba vivía a medias, como vegetando, lo cual es sobrado para una planta, pero insuficiente para un hombre.Trataba la madre de despertar por todos los medios la sensibilidad, la imaginación y la vida psíquica de su hijo, sin lograrlo. Le paseaba, le adivinaba los gustos, le traía juguetes y golosinas, y el chico tomaba los juguetes un momento y luego los dejaba caer, con indiferencia, a los pies del sillón en que permanecía lánguidamente sentado meses y meses".

El caballo y el asno. Esopo

"Un hombre tenía un caballo y un asno. Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al caballo:

-Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida.
El caballo haciéndose el sordo no dijo nada y el asno cayó víctima de la fatiga, y murió allí mismo.
Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel del asno. Y el caballo, suspirando dijo:

- ¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero fardo ahora tengo que cargar con todo, y hasta con la piel del asno encima!".

 De "Niebla" de Miguel de Unamuno

"Al aparecer Augusto a la puerta de su casa extendió el brazo derecho, con la mano palma abajo y abierta, y dirigiendo los ojos al cielo quedóse un momento parado en esta actitud estatuaria y augusta. No era que tomaba posesión del mundo exterior, sino era que observaba si llovía. Y al recibir en el dorso de la mano el frescor del lento orvallo frunció el sobrecejo. Y no era tampoco que le molestase la llovizna, sino el tener que abrir el paraguas. ¡Estaba tan elegante, tan esbelto, plegado y dentro de su funda! Un paraguas cerrado es tan elegante como es feo un paraguas abierto.

«Es una desgracia esto de tener que servirse uno de las cosas –pensó Augusto–; tener que usarlas, el use estropea y hasta destruye toda belleza. La función más noble de los objetos es la de ser contemplados. ¡Qué bella es una naranja antes de comida! Esto cambiará en el cielo cuando todo nuestro oficio se reduzca, o más bien se ensanche a contemplar a Dios y todas las cosas en Él. Aquí, en esta pobre vida, no nos cuidamos sino de servimos de Dios; pretendemos abrirlo, como a un paraguas, para que nos proteja de toda suerte de males."