Ejercicio para aprender a utilizar la coma (,)

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La coma (,) es uno de los signos de puntuación más utilizados. Para practicar cómo utilizarla correctamente, realiza el siguiente ejercicio poniendo la coma donde sea necesaria.
Si tienes alguna duda sobre el uso de este signo ortográfico, échale un vistazo al artículo sobre la coma.

Cuando termines, compara tus respuestas abajo.

Ejercicio: Coloca la coma (,) en donde corresponda

Texto N°1:

Entonces la salió un novio el hijo del médico Gandea muchacho guapo algo perdido. Amoríos vehementes una novela en acción. Según parece el muchacho quería llevar la novela a su último capítulo y ella se defendía defensa que tiene mucho mérito porque repito y los hechos lo han demostrado que se encontraba absolutamente bajo el imperio de la más férvida ilusión amorosa. Una de las señales que caracterizan el poderío de esta ilusión es el efecto extraordinario absolutamente fuera de toda relación con su causa que produce una palabra o una frase del ser querido.

Extraído de "Aire", de Emilia Pardo Bazán. Wikisource.

Texto N°2:

Ordinariamente la cajiga (roble) es el personaje bravío de la selva montañesa indómito y desaliñado. Nace donde menos se le espera: entre zarzales en la grieta de un peñasco a la orilla del río en la sierra calva en la loma del cerro en el fondo de la cañada... en cualquier parte.

Extraído de “El sabor de la tierruca”, de José María de Pereda. Wikisource

Texto N°3:

Yo iba mirando a los cerrados balcones saludando con la imaginación a todos aquellos seres desconocidos que dejaba detrás de mí y que suponía entregados al sueño o bien pensaba en que seguirían viviendo allí rutinariamente más o menos años sin noticia alguna de que yo había pasado una mañana por delante de sus viviendas hasta que la muerte los obligase a viajar también a ellos de quienes al cabo de cierto tiempo tampoco tendrían noticia o memoria los nuevos habitadores de sus hogares...

Extraído de “Los seis velos”, de Pedro Antonio de Alarcón. Wikisource.

Texto N°4:

Estaban en medio de la campiña. No había por allí olivares ni huertas ni árbol que diese sombra sino terrenos sin roturar donde las plantas que más descollaban eran el romero y el tomillo entonces en flor y que exhalaban olor muy grato o bien extensas hojas de cortijo sembradas unas otras en barbecho o en rastrojo. Lo sembrado verdeaba alegremente porque aquel año había llovido bien y los trigos estaban crecidos y lozanos. El suelo formado de suaves lomas hacía ondulaciones y como no había árboles la vista se dilataba por grande extensión sin que nada le estorbase. Aquello parecía un desierto. No se descubría casa ni choza ni rastro de albergue humano por cuanto abarcaba la vista.

Extraído de “Para no perder el respeto”, de Juan Valera.

Texto N°5:

La imitación servil del modelo consagrado la sujeción al canon oficial el principio de autoridad en el arte la fórmula tradicional el precepto empírico e inmutable son trabas tan aborrecibles para la nueva escuela como lo fueron para las batalladoras huestes del romanticismo; el arte académico oficial erudito y artificioso que ahoga la personalidad del artista mata la inspiración y la originalidad e impide el progreso del gusto objeto es de sus encarnizados ataques; pero el principio a nombre del cual se levanta en armas nada tiene de común con el que alentaba a los románticos.

Extraído de “El naturalismo en el arte”, de Manuel de la Revilla y Moreno.

Texto N°6:

¿Convenía o no la carretera? Por de pronto era una novedad y ya tenía ese inconveniente. Manín de Chinta además sentía abandonar la antigua calleja el camín rial un camino real que nunca había llegado a cuarto siquiera; porque pese a todas las sextaferias que habían abrumado de trabajo a los de la parroquia en ochavo se había quedado siempre aquella vía estrecha ardua monte arriba con abismos por baches y con peñascos charcos y pantanos por el medio.

Extraído de “La trampa”, de Leopoldo Alas Clarín. Wikisource.

Texto N°7:

La vela y centinela de la venta la burla de la pundonorosa Maritornes la disputa del yelmo y la albarda la refriega con los cuadrilleros el reconocimiento de don Fernando y Cardenio la aclaración de la intriga y su desenlace y la jaula por fin en que restituyen los enmascarados a su lugar al encantado caballero llenan todo el acto tercero; en la conclusión del cual ha tenido el autor la felicísima idea de herir la cuerda del orgullo nacional que ha resonado inmediatamente como era de esperar. El retrato del inmortal autor del Quijote se manifestó entre nubes a nuestra vista asombrada y ésta ha sido la primera vez que se ha creído al talento en nuestra patria digno de una especie de apoteosis.

Extraído de “Don Quijote de la Mancha en Sierra Morena”, de Mariano José de Larra.

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Texto N°1:

Entonces la salió un novio, el hijo del médico Gandea, muchacho guapo, algo perdido. Amoríos, vehementes, una novela en acción. Según parece, el muchacho quería llevar la novela a su último capítulo, y ella se defendía, defensa que tiene mucho mérito, porque, repito, y los hechos lo han demostrado, que se encontraba absolutamente bajo el imperio de la más férvida ilusión amorosa. Una de las señales que caracterizan el poderío de esta ilusión es el efecto extraordinario, absolutamente fuera de toda relación con su causa, que produce una palabra o una frase del ser querido.

Texto N°2:

Ordinariamente, la cajiga (roble) es el personaje bravío de la selva montañesa, indómito y desaliñado. Nace donde menos se le espera: entre zarzales, en la grieta de un peñasco, a la orilla del río, en la sierra calva, en la loma del cerro, en el fondo de la cañada... en cualquier parte.

Texto N°3:

Yo iba mirando a los cerrados balcones, saludando con la imaginación a todos aquellos seres desconocidos que dejaba detrás de mí y que suponía entregados al sueño, o bien pensaba en que seguirían viviendo allí rutinariamente más o menos años, sin noticia alguna de que yo había pasado una mañana por delante de sus viviendas, hasta que la muerte los obligase a viajar también a ellos, de quienes, al cabo de cierto tiempo, tampoco tendrían noticia o memoria los nuevos habitadores de sus hogares...

Texto N°4:

Estaban en medio de la campiña. No había por allí olivares, ni huertas, ni árbol que diese sombra, sino terrenos sin roturar, donde las plantas que más descollaban eran el romero y el tomillo, entonces en flor y que exhalaban olor muy grato, o bien extensas hojas de cortijo, sembradas unas, otras en barbecho o en rastrojo. Lo sembrado verdeaba alegremente, porque aquel año había llovido bien y los trigos estaban crecidos y lozanos. El suelo, formado de suaves lomas, hacía ondulaciones, y como no había árboles, la vista se dilataba por grande extensión sin que nada le estorbase. Aquello parecía un desierto. No se descubría casa ni choza, ni rastro de albergue humano por cuanto abarcaba la vista.

Texto N°5:

La imitación servil del modelo consagrado, la sujeción al canon oficial, el principio de autoridad en el arte, la fórmula tradicional, el precepto empírico e inmutable, son trabas tan aborrecibles para la nueva escuela como lo fueron para las batalladoras huestes del romanticismo; el arte académico, oficial, erudito y artificioso, que ahoga la personalidad del artista, mata la inspiración y la originalidad e impide el progreso del gusto, objeto es de sus encarnizados ataques; pero el principio a nombre del cual se levanta en armas nada tiene de común con el que alentaba a los románticos.

Texto N°6:

¿Convenía o no la carretera? Por de pronto era una novedad, y ya tenía ese, inconveniente. Manín de Chinta, además, sentía abandonar la antigua calleja, el camín rial, un camino real que nunca había llegado a cuarto siquiera; porque, pese a todas las sextaferias que habían abrumado de trabajo a los de la parroquia, en ochavo se había quedado siempre aquella vía estrecha, ardua, monte arriba, con abismos por baches, y con peñascos, charcos y pantanos por el medio.

Texto N°7:

La vela y centinela de la venta, la burla de la pundonorosa Maritornes, la disputa del yelmo y la albarda, la refriega con los cuadrilleros, el reconocimiento de don Fernando y Cardenio, la aclaración de la intriga y su desenlace, y la jaula, por fin, en que restituyen los enmascarados a su lugar al encantado caballero, llenan todo el acto tercero; en la conclusión del cual ha tenido el autor la felicísima idea de herir la cuerda del orgullo nacional, que ha resonado inmediatamente, como era de esperar. El retrato del inmortal autor del Quijote se manifestó entre nubes a nuestra vista asombrada, y ésta ha sido la primera vez que se ha creído al talento en nuestra patria digno de una especie de apoteosis.